Título: Nuestros 80´s.
Cuando las bandas urbanas morábamos las calles de Santa Cruz.
Autor: El Cuarto Gato
378 páginas
Precio: 10 €
Sobre el libro:
El final de la Dictadura en España significó, entre otras muchas cosas, una avalancha de entrada de nuevas tendencias, formas de expresión, músicas y movimientos sociales y culturales provenientes de Reino Unido y Estados Unidos que se extendieron por todo el país, incluyendo las islas Canarias. En Tenerife, este surgimiento se reflejó como un espejo en las calles de Santa Cruz y La Laguna; no se recuerda otra década con tanta diversidad de subculturas undergrounds ni de espacios para albergarlas, darlas a conocer y promover sus procesos creativos.
Las historias aquí relatadas son una amalgama de realidad y ficción protagonizadas por los, por aquel entonces, adolescentes que vivimos de forma tan intensa aquella época de cambios y de efervescencia lúdica y cultural, siendo, eso sí, rigurosos en lo concerniente a hechos históricos, situaciones económicas y sociales, escenarios públicos, garitos, tiendas, bandas, conciertos, jerga callejera y demás factores que influenciaron y condicionaron nuestras emergentes vidas.
Sobre El Cuarto Gato:
Descubrió la escritura artística por casualidad.
Huyendo de una lluvia torrencial que anunciaba el invierno encontró refugio en un oscuro callejón donde, involuntariamente, sus patas se metieron de lleno en un charco de grasa. La curiosidad le hizo dibujar con una de sus uñas retráctiles algunos signos y caracteres sobre un adoquín del suelo, enlazándolos de forma instintiva para emular los rótulos luminosos de los bares y clubes nocturnos cuyos alrededores solía frecuentar.
Desde ese momento decidió abandonar la lucha callejera, pues ahora poseía un arma mucho más poderosa. Esa uña, utilizada cual pluma estilográfica, sería el medio transmisor de sus andanzas por la urbe. Había cambiado sangre por tinta.
No fue difícil para un animal solitario e individualista como él desarrollar la capacidad de observar de manera reflexiva el entorno y capturar con mirada felina las evoluciones de sus semejantes. Comenzó a operar desde la sombra, donde le gustaba permanecer al acecho. Se autodenominó el Cuarto Gato, pues era el más cauto y discreto del vecindario y nunca le había gustado colgarse medallas. De hecho, pensaba en ellas como un yugo mortificador apretando su cuello.
Desde entonces, El Cuarto Gato no ha parado de rastrear la ciudad en busca de aventuras que narrar. Si en la opacidad de la noche te encandilara el brillo de su abrigo de plata, estarías en peligro de convertirte en protagonista de una de sus historias.
El final de la Dictadura en España significó, entre otras muchas cosas, una avalancha de entrada de nuevas tendencias, formas de expresión, músicas y movimientos sociales y culturales provenientes de Reino Unido y Estados Unidos que se extendieron por todo el país, incluyendo las islas Canarias. En Tenerife, este surgimiento se reflejó como un espejo en las calles de Santa Cruz y La Laguna; no se recuerda otra década con tanta diversidad de subculturas undergrounds ni de espacios para albergarlas, darlas a conocer y promover sus procesos creativos.
Las historias aquí relatadas son una amalgama de realidad y ficción protagonizadas por los, por aquel entonces, adolescentes que vivimos de forma tan intensa aquella época de cambios y de efervescencia lúdica y cultural, siendo, eso sí, rigurosos en lo concerniente a hechos históricos, situaciones económicas y sociales, escenarios públicos, garitos, tiendas, bandas, conciertos, jerga callejera y demás factores que influenciaron y condicionaron nuestras emergentes vidas.
Sobre El Cuarto Gato:
Descubrió la escritura artística por casualidad.
Huyendo de una lluvia torrencial que anunciaba el invierno encontró refugio en un oscuro callejón donde, involuntariamente, sus patas se metieron de lleno en un charco de grasa. La curiosidad le hizo dibujar con una de sus uñas retráctiles algunos signos y caracteres sobre un adoquín del suelo, enlazándolos de forma instintiva para emular los rótulos luminosos de los bares y clubes nocturnos cuyos alrededores solía frecuentar.
Desde ese momento decidió abandonar la lucha callejera, pues ahora poseía un arma mucho más poderosa. Esa uña, utilizada cual pluma estilográfica, sería el medio transmisor de sus andanzas por la urbe. Había cambiado sangre por tinta.
No fue difícil para un animal solitario e individualista como él desarrollar la capacidad de observar de manera reflexiva el entorno y capturar con mirada felina las evoluciones de sus semejantes. Comenzó a operar desde la sombra, donde le gustaba permanecer al acecho. Se autodenominó el Cuarto Gato, pues era el más cauto y discreto del vecindario y nunca le había gustado colgarse medallas. De hecho, pensaba en ellas como un yugo mortificador apretando su cuello.
Desde entonces, El Cuarto Gato no ha parado de rastrear la ciudad en busca de aventuras que narrar. Si en la opacidad de la noche te encandilara el brillo de su abrigo de plata, estarías en peligro de convertirte en protagonista de una de sus historias.